Casualidades
Me la encontré en una tarde nublosa
que amenazaba a lluvia. Ella sonreía viendo cómo unos niños jugaban con una
pelota raída y deshinchada, aquella visión era espléndida.
Había salido a pasear por los lugares donde solía ir de niño, dentro de
poco tenía aquella reunión tan importante a la que me llevaría Drexler y quería
volver a sentirme como antaño, feliz e inocente todo el tiempo que pudiese. En
la guerra, todo era incierto y era probable que me destinasen al frente o que
me encargasen alguna misión. Pero aquello ya no importaba, no quería pensar en
aquel despropósito ahora, hoy me tocaba disfrutar del día.
La pelota llegó a mis pies, la devolví y, cuando levanté la vista, allí
estaba ella, contemplándome. Si se sorprendió, lo disimuló a la perfección. Me
lanzó una sonrisa radiante y se acercó a mí con lenta elegancia, sorteando a
los niños con una gracia infinita. Yo me quedé en el sitio, ensimismado, y
cuando llegó a mi altura me dio un beso que me hizo arder la mejilla y echó a
andar por la calle principal. Obviamente, la seguí.
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