El Páramo




   Poco se sabe en realidad de El Páramo. Aquella tierra yerma y desolada, habitada por sombras y con aguas tan oscuras que ni siquiera el sol podía penetrarlas fue descubierta por un ermitaño de las tierras vecinas, de Donador. Salió en busca de iluminación espiritual y llegó a aquel lugar inhóspito; pero no había nada que le llamase la atención, ni siquiera una cueva donde refugiarse de aquella lluvia incesante, ni siquiera un momento de luz en aquel lugar que parecía existir en una noche eterna. Así que el ermitaño, cuyo nombre se ha perdido con el tiempo, lo nombró El Páramo y se marchó al tercer día, tal y como marca la tradición. No encontró nada relevante, en realidad nunca lo buscó.

   La segunda persona en llegar a él fue una fugitiva de las tierras del sur, de Mitorgan según la mayoría de las fuentes, aunque otras afirman que procedía de Sarusan o incluso de Donador, más al oeste, como el ermitaño. Lo cierto es que aquella mujer se encontró con el lugar sin buscarlo, pero pensó que sería un buen sitio para esconderse de la justicia. Su cadáver fue encontrado hace algo más de diez años y, aunque no se pueden dar números con precisión exacta, revisando los archivos del día en que escapó de la justicia, el cuarenta y ocho de la tercera estación del 389, se cree que no sobrevivió más de dos meses, lo que ya sería una auténtica proeza.

   Otras fuentes con un rigor histórico más que cuestionable afirman que la primera persona en pisar aquel terreno fue Sigron Mäccory, pese a que el famoso explorador de las Tierras Pluvia nació años después de la muerte de la fugitiva de Mitorgan. Otras, en cambio, aseguran que fueron Raphson y Tammyr quienes encontraron ese sitio, decidieron habitarlo y que, por culpa de la Maldición de Los Diez, aquel lugar idílico se convirtió en lo que hoy se conoce como El Páramo. Obviamente, nada de eso es verdad, pero no existe lugar en el continente que no tenga una historia sobre Raphson y Tammyr.

   Lo cierto es que, ya sea por su historia real o inventada, pese a que El Páramo no era un lugar totalmente desconocido, siempre pasó desapercibido: nunca se mencionó en ningún mapa, nadie hablaba de él y pocos fueron los que lo vieron con sus propios ojos, la mayoría de ellos por casualidad y sin darle demasiada importancia. El desinterés que suscitaba hizo de él uno de los lugares más inhóspitos del continente hasta hace, exactamente, ocho años. Un terraformista de Entium encontró algo realmente fascinante mapeando el lugar, una reserva de un mineral que hasta ahora tan sólo había existido en la teoría y cuyas propiedades, que podían hacer de él uno de los minerales más valiosos de los mundos, aún debían ser probadas. El nombre del terraformista nunca se supo, el mérito se lo atribuyó el ministro Roesh. Por su parte, el nombre del mineral estaba clasificado en todos los archivos que detallaban la operación para su extracción, por lo que tuve que esperar para saber qué era lo que causó el colapso del continente.

   Aquellos documentos, por desgracia para todos, cayeron en mí. No tenía nada en contra de mi propio gobierno, pero aquel era mi trabajo. Sabía que aquel tipo de información se podía vender a un muy buen precio, así que no me lo pensé dos veces antes de venderle todos aquellos documentos al hombre más despiadado y a la vez más rico de todo el continente, Belshaar. Aquel contrabandista cumplió con su palabra y me entregó más oro del que había tenido en toda mi vida, así que me pareció una operación redonda y me olvidé del asunto. Pero Belshaar no, esperó pacientemente y vendió aquella información a cuatro gobiernos distintos, pensando cada uno de ellos que eran los únicos compradores.

   Seis meses después del hallazgo, el día en que el destacamento de terraformistas de Entium llegó al lugar indicado para empezar la extracción del mineral, el grupo, apenas armado, fue masacrado por tres tropas de operaciones especiales; las del cuarto gobierno fueron devoradas por los depredadores de la zona, tan solo se encontrarían restos de ropa desgarrados y los dedos, demasiado huesudos para comerlos. Después hubo escaramuzas distintas entre los tres bandos restantes, pero ninguno consiguió el control del terreno. Aquel hecho marcó el inicio de la guerra a cuatro bandas entre Entium, los descubridores del mineral, Donador, que afirmaba que aquellas tierras les pertenecían, Loethruss, la tierra del fuego, y Erador, vecina de Donador y lugar de nacimiento de Belshaar, que fue puesto en busca y captura por traición al considerar que aquella información debería haber sido vendida tan solo a ellos. El grupo de operaciones especiales devorado no fue identificado y ninguna nación reclamó sus restos, seguramente para evitar entrar en la guerra con aquellos cuatro titanes. Se rumoreaba que serían hombres de Lupus por el anillo que uno de ellos llevaba en uno de los dedos que se encontraron, pero era algo confuso, pues Lupus era una nación con mucho comercio y pudo comprarlo ahí siendo de otro lugar, o el anillo haber sido exportado de Lupus para ser vendido en otra nación. Lo cierto es que Belshaar nunca reveló la identidad de su cuarto comprador, y es que, pese a que jugase con sus clientes para su propio beneficio, nunca los delataba, era todo un profesional contrabandista.

   El resultado de aquella guerra, que se alargó algo más de tres años, todo el mundo lo conoce. En cuanto al mineral, hoy es el día en el que se ha publicado información sobre él al público: su nombre científico es exculum y se sabe más bien poco de él, solo que es una fuente de combustible mucho más eficaz que cualquiera que haya hasta ahora. Aun así, en el continente se le conoce como piedra de sangre, en honor a todas las vidas que costó hacerse con él.

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