El retorno



     Cuando acabó la guerra, tan solo pensaba en volver. En volver a su casa, o a la tranquilidad de un lugar que, con el tiempo, pudiese considerar hogar. No quería nada más de nadie, solo alejarse de aquella vida de miseria, muerte y destrucción. Destrucción de las convicciones, no tan sólo de lo materia. Miseria del ser humano y muerte de la fe en la humanidad. Todo aquello había sufrido mientras pasaba meses recluido, defendiendo calles sin salida en un edificio semiderruido por la aviación, pasando frío y hambre. Incluso había aprendido a rezar, todo parecía tener más sentido si se le atribuía aquel plan maquiavélico a una entidad superior y no a los que se consideraba que compartían su misma especie. Su última plegaria la dedicó a su muerte, y ni aquello fue capaz de darle aquel que regentase el cielo y dirigiese los designios de los hombres. Ni siquiera aquello, después de haber visto morir a sus amigos, compañeros, hermanos. A civiles anónimos y a héroes de guerra, todos morían de igual manera. Ni siquiera después de haber matado a su mejor amigo pudo descansar en paz. Una medalla al honor y la bravura le esperaban por semejante atrocidad, por el asesinato de uno de los suyos, puesto que aquello había conllevado la muerte de una docena de soldados enemigos. Cuando el lanzallamas que Rodya llevaba en la espalda explotó, todos aquellos alemanes ardieron hasta que el fuego les abrasó la carne y les carcomió los huesos. Hasta dejar desfigurados sus rostros y su piel supurante. Hasta que aquel hedor no le llegó y se colocó la pistola en la sien, hasta que no sintió el frío del metal contra su piel y apretó el gatillo, no supo la cruel y brutal realidad que encerraba aquel sinsentido. Por suerte o por desgracia, la única bala que tenía la había gastado para detonar la mochila del lanzallamas y matar a su amigo, así que no pudo quitarse la vida.

     Ahora ya no pensaba en hacerlo, tan sólo en volver a aquella pequeña buhardilla en la que había vuelto a ver a Natasha para poder estar con ella al fin, después de tanto tiempo. Nunca hablaron de planes futuros, no tenían futuro juntos. Él no podía asegurarle vivir, ni tan siquiera la URSS podía asegurarle a Natasha resistir. Pero lo hizo, y aunque él sabía que aquellos no eran los verdaderos motivos de que su futuro fuera un callejón sin salida, una parte delirante de su ser pensaba que ahora sí, que ahora que todo aquello había acabado, podría seguir con ella.


     Y así fue como abrió la puerta que encerraba aquel mundo de fantasía en el que había pasado las noches junto a ella antes de partir a la guerra, antes de partir para defender a la única persona que le había importado. Pero aquel sitio había estado cerrado y sin presencia humana durante meses, ella ya no estaba.

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