Vivir

  Siempre lo hacemos por algo. Y la mayoría de veces ni tan siquiera podemos. Pero, aun así, lo intentamos. Somos así, soy así. Los alejo de mí, o quizás acerco a otros que antes no estaban. Lo cierto es que no sé por qué, pero me siento en la necesidad de hacerlo. De escribirlo, de plasmarlo. Habrá veces en las que podamos ver más allá, pero ¿cómo expresarlo? Es simple, no se puede. Esta no es una entrada común, es más como alguna de mis reflexiones que ya he hecho más de una vez. Y a mis mejores reflexiones ni siquiera les he puesto ese título, así que con ésta tampoco lo haré. Hoy reflexionaré en una ‘no reflexión’ sobre por qué no se puede escribir, escribiendo.

  No todo, eso es obvio. Ahora mismo estoy tecleando algo con sentido. El problema no es escribir, sino escribir sobre lo que uno quiere. Y el problema llega cuando se le considera a la escritura como arte. El arte es la manera más bella de transmitir, de mostrar… ¿el qué? Emociones, sentimientos.

  Pero de verdad que hay veces en las que, aunque alejes tus dudas, tus incertidumbres y tus propios fantasmas, no eres capaz de acercar a las palabras. Y sin ellas, amigo lector, nosotros estamos perdidos. Perdidos como escritores, quiero decir.

  Pero hay algo que está por encima de ser escritor, ya sea por profesión o por pasión: ser persona. Todos nosotros, por encima de todo, somos personas, y eso es algo que jamás deberíamos olvidar. Porque, cuando hablamos de las cosas más importantes y más íntimas, cuando entramos en el terreno de los pensamientos, deseos, dudas y sentimientos, lo más importante no es la palabra. A veces debemos ser capaces de escuchar los silencios, leer en las miradas y palpar lo intangible. Y para eso, un papel y unas cuantas palabras parecen ínfimos.

  Porque lo mejor en esta vida no se puede, no se debe, escribir. Hay que vivirlo.